El césped recién cortado, aquel
olor a hierba rasurada y húmeda. Briznas arrancadas descuidadamente que
acercábamos a la boca y entre los dientes exprimíamos para extraer la fresca
savia. Horas sentadas, charlando y jugando. Tantas, que el asiento de nuestros
pantalones se teñía de verde.
Eternas tardes de agosto, de calor
aplastante. Nuestras reuniones, mirando distraídas a los saltamontes cruzar ágiles a nuestro alrededor. Y a un lado, la piscina sobre la que revoloteaban en
círculos los caballitos del diablo. Algunos delgados y elegantes de color rojo
y otros, plateados y enormes, batiendo
sus transparentes alas. Visitantes inesperados, aparecían mágicamente cuando
los juegos de la piscina cesaban y la tarde se aquietaba.
Los ladridos de los perros al
fondo se mezclaban con el croar desafinado de las ranas. Eran tiempos de ranas y saltamontes que casi
siempre terminaban en algún frasco de mermelada vacío con la tapa agujereada para
dejar pasar el aire.
Tras la longeva tarde, por fin, caía
la noche y las ranas salían formando coros acompasados con el murmullo
del agua llenando la piscina. A veces, alguna rana solista rompía
la silente oscuridad con un grito retorcido para dar paso a los mosquitos, supervivientes de la diestra cacería de antes de apagar definitivamente las
luces, que se abalanzaban sobre nosotros envolviéndonos en un molesto zumbido sólo interrumpido por las sonoras bofetadas que
nos propinábamos para terminar de una vez por todas con los osados intérpretes.
Y yo me pregunto: ¿A dónde se han ido los
saltamontes?
Y es verdad, ahora que lo dices ya no veo saltamontes. Sin embargo sigo viendo mariposas. Muchas mariposas a mi alrededor. Pájaros, con sus cantos y su cercanía. Distintos cantos, distinto plumaje, pero cada uno ofreciendo su mejor melodía. Bichos e insectos. Plantas extrañas que quieren adueñarse de un terreno al que nunca pertenecieron. Les hago la guerra. No las quiero aunque se empeñan en seguir. Cambian algunas cosas. O bien hay mudanzas de vez en cuando... muchos besos, amiga.
ResponderEliminarSe han ido los saltamontes y las cucarachas se han ido extendiendo a lugares donde antes no era posible encontrarlas. ¿Es el cambio climático? ¿son los aerosoles?... tantos factores inciden que sería difícil dar una sola respuesta. Sin embargo, en nuestros recuerdos se podrá oír siempre el croar de la rana junto al estanque y el batir de las alas de los fulelés invitándonos a la dócil siesta estival. Te mando un abrazo lleno de saltamontes.
ResponderEliminar